Él se enamoro de ese cielo. Jamás había contemplado uno tan brillante y lleno de vida como ese. Era especial. Pero tanto se enamoró que quiso tener parte de él, y así, disimuladamente, le fue quitando estrellas.
Un cielo que tanto iluminaba, comenzó a apagarse. No fue tanta la diferencia a decir verdad, el cielo seguía siendo hermoso para quien lo mirara, y su luz no era escasa. Pero ahora en su interior tenía miedo.
Siempre fue y será el mismo cielo, sólo que ahora tiene menos estrellas.
[La inocencia perdida]
No hay comentarios:
Publicar un comentario