domingo, 25 de mayo de 2014

Pasados escondidos en la memoria

Domingo nostálgico.
Caminando, extrañando momentos de la infancia.
Recuerdos que parecían haber sido bloqueados por mi mente, días olvidados.
Rostros que ahora sólo aparecen en mis sueños, lugares que ya no son lo que eran.
Canciones que eran cantadas por una pequeña niña, que ahora parece haber desaparecido dentro de su propia alma.
Años que en su momento parecían no terminar nunca. 

Personas que creí que permanecerían más tiempo junto a mí.

Inocencia pura, teniendo como mejores amigos un peluche y a mi árbol en el que pasaba tardes leyendo, escalando entre risas, y compartiendo secretos con sus ramas. 
Ausencia de vergüenza al ridículo.
Creyendo más que nunca en Dios y en las personas.
Haciendo amigos en menos de dos segundos, corriendo, tropezando, raspándome, mojándome. 
Haciendo reventar el estómago de helado, fuera verano o invierno. 
Concursando por ver quién tomaba Coca-Cola más rápido, sin importar la descompostura que viniera después.
Pasando tardes en el patio junto con mi gata, una manta y un libro de la biblioteca (sin haber un día que no leyera uno).
Haciendo actuaciones con mi hermana, frente a mamá y papá, después de todas las cenas, ya fueran de magia o teatro.
Alquilando películas de Disney o mirando Charles Chaplin en el living de los abuelos.
Haciendo bailes frente a la entrada del cine.
Despertándonos con mi hermana absolutamente todos los Domingos a las 9:00 de la mañana para ir a las 10:00 a la Iglesia, siendo otro lugar lleno de anécdotas, desde tener charlas reflexivas hasta cuando una maestra me tiró la leche en toda la cabeza porque la jarra estaba rota. Yendo esos mediodías a la casa de los abuelos a almorzar en familia, para después pasar ahí toda la tarde, descubriendo siempre algo interesante.
Tardes jugando al sega y a la alfombra mágica.
Viviendo en la casa más chiquita que podía haber, pero viéndola como el lugar más grande y lindo del mundo. 
Navidades y Años Nuevos llenos de regalos, y de coreografías que presentábamos las primas menores al resto de la familia.
Subidas a techos, tractores, caballos, tapiales. Esquivando cables de electricidad para pasar al otro lado del campo. Campamentos.
Noches en las que quedarse hasta las 3:00 de la madrugada era lo máximo a lo que podíamos llegar (con café incluido),  y era lo más increíble.
Atardeceres, amaneceres, soplos de viento que creía que eran fantasmas que gritaban desde debajo de la tierra.
Gatos y perros vagabundos a los que les daba de comer. 

Imaginando todo el tiempo, viviendo en un mundo doble, con realidad y fantasía en un mismo lugar.


Pianos sonando ahora en mis oídos, llevándome a ese mundo lejano. A ese mundo en el que la vida parecía ser otra. 

¿Por qué será que al pasar de los años es como si todo perdiera su esencia? ¿Acaso crecer no debería también tener una esencia especial? Esa esencia sigue estando, pero no la notamos ya que está oscurecida debido a lo difícil que suele ser crecer, o lo tan diferente que es la adolescencia de la infancia.

Vuelvo atrás a cada año que pasé, y me doy cuenta de que cada día es una aventura, y que jamás nada podrá cambiarse, y que los recuerdos seguirán estando.

Y que ese sabor agridulce de tu vida es único, ninguno nunca será igual a otro.

2 comentarios:

  1. Pilar, ¡cuantos momentos! cuanta diversidad.
    Al fin y al cabo la vida se resume en eso, en vivir y disfrutar, de las pequeñas y de las grandes cosas.
    Cada día es una aventura y los recuerdos seguirán estando, me encanta esa frase.
    Me gusta el fondo y como has diseñado tu blog, le dan un toque muy personal.
    Un abrazo fuerte y feliz semana :)

    ResponderEliminar