Agua. Silencio. Burbujas. Tres cosas que muchas veces desearíamos. Sumergirnos, flotar como si estuviésemos volando en un mundo vacío. Sentir ese frío especial, ese que se te pega a la piel y es como si te consumiera, como si te curara. Dejar de respirar, dejar de hablar. Gritar bajo el agua, un grito silencioso que a la vez es ruidoso, lleno de energía ahogada. No escuchar absolutamente nada, o sonidos muy lejanos como para preocuparnos. Tener esa sensación de libertad por unos minutos. De paz.
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